El aeropuerto de Xi'an es pequeño y funcional, solo algunos cafés y algún mostrador con agencias de viajes que ofrecen tours y hoteles a todo el que llega. En seguida se me echan encima algunos taxistas que me meten por la cara sus licencias de conducir como si eso fuera lo único que necesitara para estar seguro que ellos son la mejor opción para llegar hasta la ciudad. No con poco esfuerzo, consigo abrirme paso hasta un mostrador de información donde, con un poco de desgana, me informan que hay un autobús que por 25 yuan (2.5 euros) me lleva al centro de Xi'an. Compro allí mismo un mapa de la ciudad por 10 yuan, y aquí me engañan por primera vez, ya que no debería haber pagado mas de 5 como descubriría mas adelante.
El autobús es viejo y destartalado, con unos amortiguadores, si alguna vez los tuvo, que debieron dejar de funcionar allá por por los años 80. Los asientos, o quizás sea el viejo que se sienta a mi lado, desprenden un olor extraño que no sabría definir, además son bastante incómodos. La hora que dura el trayecto, la paso contando los baches del camino y tratando de adivinar un paisaje que se esconde tras la noche y una niebla espesa.
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