Me había fijado que los pantalones de los niños pequeños tienen una abertura trasera del tamaño de una cuarta. La razón es bastante sencilla: cuando un enano recibe la llamada de la selva y dice eso de "mama pipí" o " mama caca", es mucho más sencillo abrir por detrás y dejar al descubierto el culete del sujeto, que tener que desabrochar botones y bajárselo todo hasta los tobillos. En vista que la razón parecía, en principio, convincente, y justificaba que a los enanos se le congelaran los bolindres en invierno, quedé a la espera de una demostración del asunto.
Estaba esperando el autobús de vuelta a la ciudad, cuando me fijé en la figura de uno de estos enanos que tiraba del brazo de su madre. 'Ésta va a ser', me dije, 'el niño no aguanta más y, como no hay un baño cerca, la mama le saca el pilindolo y a regar las macetas'. Sin embargo no fue así la historia y, ante mi sorpresa, la madre le abrió la trasera al niño, que allí, en medio de la cera y con todo el mundo pasando, se puso en cuclillas y soltó, para que me entiendan, algo así como un kilo de 'Nocilla'. Me quedé de piedra y esperando a que alguien hiciera o dijera algo. Pero nadie pareció notar nada extraño en que un mocoso se cagase en medio de la vía publica y dejara allí el 'bollicao' del desayuno. Entonces llegó el autobús y me marché, aún incrédulo, de allí.
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